Desde finales de octubre y hasta el 2 de noviembre, México se llena de altares, catrinas y ofrendas en las que los muertos son bienvenidos y venerados.
El Día de Muertos, una de las festividades más importantes del país, tiene su origen hace más de 500 años, en la unión de tradiciones de la cultura prehispánica con la católica.
En ella se celebra el retorno transitorio a la Tierra de los familiares y seres queridos fallecidos, quienes cruzan el Mictlán para estar con los mortales.
Tradición mexicana que trasciende en el tiempo
En la época prehispánica el culto a la muerte era uno de los elementos básicos de la cultura, cuando alguien moría era enterrado envuelto en un petate y sus familiares organizaban una fiesta con el fin de guiarlo en su recorrido al Mictlán. De igual forma le colocaban comida que le agradaba en vida, con la creencia de que podría llegar a sentir hambre.
El Día de Muertos en la visión indígena implica el retorno transitorio de las ánimas de los difuntos, quienes regresan a casa, al mundo de los vivos, para convivir con los familiares y para nutrirse de la esencia del alimento que se les ofrece en los altares puestos en su honor.
En esta celebración de Día de Muertos, la muerte no representa una ausencia sino a una presencia viva; la muerte es un símbolo de la vida que se materializa en el altar ofrecido. En este sentido se trata de una celebración que conlleva una gran trascendencia popular ya que comprende diversos significados, desde filosóficos hasta materiales.
Ofrendas del Día de Muertos
Los materiales comúnmente utilizados para hacer una ofrenda para el Día de los Muertos tienen un significado, y son entre otros los siguientes:
Las calaveras de dulce: tienen escrito en la frente el nombre del difunto (o en algunos casos de personas vivas, en forma de broma modesta que no ofende en particular al aludido), y las consumen parientes o amigos.
Alfeñiques mexicanos en distintas formas: El pan de muerto es un tipo de pan dulce que se hornea en diferentes figuras, desde simples formas redondas hasta cráneos, adornado con formas de huesos hechas con el mismo pan; se le espolvorea azúcar y se elabora con anís. Similar a los huesitos de santo tradicionales en España.
Las flores: durante el período del 1 al 2 de noviembre, las familias suelen limpiar y decorar las tumbas con coloridas coronas de flores de rosas y girasoles, entre otras, pero principalmente de cempasúchitl y «flor de terciopelo», las cuales se cree atraen y guían las almas de los muertos.
La ofrenda y la visita de las almas: se cree que las almas de los niños regresan de visita el día primero de noviembre, y que las almas de los adultos regresan el día 2
En el caso de que no se pueda visitar la tumba, ya sea porque ya no existe la tumba del difunto o porque la familia está muy lejos para ir a visitarla, también se elaboran detallados altares en las casas, donde se ponen las ofrendas, que pueden ser platillos de comida, el pan de muerto, vasos de agua, mezcal, tequila, pulque o atole, cigarros e incluso juguetes para las almas de los niños.
Todo esto se coloca junto al retrato de los difuntos, rodeados de veladoras.
Retrato de la persona recordada: el retrato del difunto sugiere el alma que los visitará la noche del 2 de noviembre. Dicha imagen honra la parte más alta del altar. Se coloca de espaldas y frente a ella se coloca un espejo para que el difunto solo pueda ver el reflejo de sus deudos y estos vean a su vez únicamente al difunto.
Pintura o cromo de las Ánimas del Purgatorio: la imagen de las ánimas del purgatorio sirve para pedir la salida del purgatorio del alma del difunto por si acaso se encontrara ahí.
Doce cirios: aunque pueden ser menos, tienen que ser en pares, y preferiblemente de color morado, con coronas y flores de cera. Los cirios, sobre todo si son morados, son señal de duelo. Los cuatro cirios en cruz representan los cuatro puntos cardinales, de manera que el ánima pueda orientarse hasta encontrar su camino y su casa.
Cruz: utilizada en la mayoría de los altares, es un símbolo introducido por los evangelizadores españoles, con el fin de incorporar el catecismo a una tradición tan arraigada entre los indígenas, como la veneración de los muertos.
Para recordarle su fe, ya que el Miércoles de Ceniza se le dice la frase: «Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás», con lo que se le recuerda que regresa a la tierra de la que salió. La cruz va en la parte superior del altar a un costado de la imagen del difunto y esta puede ser de sal, ceniza, tierra o cal.
Calabaza en tacha: la calabaza (Cucurbita moschata) ocupa un lugar privilegiado tanto en la cocina tradicional prehispánica como en la actual. Es parte de la tetralogía alimenticia del país, al lado del maíz, el frijol y el chile, con los que se cultiva en la misma milpa.
De ella se aprovecha todo: tallos, guías, flores, frutos y semillas. En el altar se prepara como dulce, llamado calabaza en tacha porque el recipiente usado en la fabricación del azúcar se le llama «tacho»; la calabaza se confitaba en las calderas en que se fabricaba el azúcar: cocida con azúcar, canela, tejocotes, trozos de caña de azúcar o con otros ingredientes, según el gusto de quien cocine.
La preparación de la calabaza en tacha consiste en introducir dicho fruto en un cesto de palma que se confita en las calderas donde se fabrica el azúcar. Esta es la forma tradicional, pues en las antiguas máquinas de los ingenios se hacía la concentración del guarapo o jugo de caña en dos calderas cónicas, colocadas sobre un solo horno (la mancuerna); una de las calderas era la malera, y la otra la tacha.
En la actualidad se prepara cocida en miel de piloncillo o panela, antiguamente llamada también tacha para bendecir las casas. El dulce cristalizado se llama calabazate.
Papel picado: también se suelen adornar las ofrendas con papel picado que es una artesanía mexicana que se elabora con papel de China recortado con figuras de esqueletos y calaveritas, este es considerado como una representación de la alegría festiva del Día de Muertos y del viento.
Vara de tejocote: con esa se abrirá paso el alma que regresa a visitar a sus parientes, por eso no se le deben de quitar las espinas.
Arco de caña y flores: en algunos lugares de México se acostumbra a realizar este arco, el cual simboliza el paso a una vida de purificación y el abandono del cuerpo terrenal.
Copal e incienso: el copal es un elemento prehispánico que limpia y purifica las energías de un lugar, santificando el ambiente.
Agua: el agua tiene gran importancia ya que, entre otros significados, refleja la pureza del alma, el cielo continuo de regeneración de la vida y de las siembras y en la ofrenda se representa con un vaso lleno de agua que sirve para que el espíritu mitigue su sed después del viaje desde el mundo de los muertos.
Comida: se coloca el alimento tradicional o el que era del agrado de los fallecidos se coloca para que el alma lo disfrute.
Bebidas alcohólicas: son bebidas que fueron del gusto del difunto denominados «trago», generalmente son «caballitos» de tequila, pulque, cerveza y/o mezcal.
Maíz: éste debe estar obligatoriamente en las cazuelas ya que es la planta divina que representa a Mesoamérica. Puede estar en forma de tortillas, tacos, gorditas, tamales o cualquier otra comida.
Éstos deben pueden ser de diferentes colores y cada color representa un punto cardinal diferente.
- El maíz rojo, representa el oeste y el fuego que se relaciona con las brazas del copalero.
- El maíz azul o negro está asociado con el norte y representa el aire.
- El blanco, es el sur que es la tierra que da forma al barro de las cazuelas.
- Y finalmente el maíz de color amarillo que simboliza el este y el agua.
En caso de no encontrar maíz de diferentes colores se pueden pintar del color respectivo.
El Día de Muertos se considera una celebración a la memoria y un ritual que privilegia el recuerdo sobre el olvido.